Friday, October 16, 2009

Choice is confusion

Hace unos pocos años escuché de boca de Nitya Devi Mataji, discípula cercana de Swami Premananda y sannyasini (monja renunciante) del Sri Premananda Ashram, una frase que quedó impresa en mi memoria.

La frase en cuestión era, en inglés, la que hoy da título a este nuevo post, ‘Choice is confusion’, cuya traducción aproximada al español podría ser, ‘La elección es confusión’.

 

Yendo un paso más allá de lo literal, la versión larga podría ser, ‘La posibilidad de elegir crea confusión’.

 

Choque

 

Al igual que pasó conmigo, supongo que a la mayoría le choca, al menos en primera instancia, escuchar el contenido de esta frase.

Es decir, según lo que hemos siempre aprendido, es justamente la posibilidad de elegir lo que nos hace libres.

Se dice que quien simplemente cumpla los actos que le son designados, sin capacidad de elección propia, no es más que un mero autómata.

 

Estos conceptos son antiquísimos en la filosofía universal y no son exclusivos de esta era contemporánea. Sin embargo, quizás nunca antes en la historia se ha hecho mayor hincapié en la libertad que otorga la posibilidad de elección.

En el pasado eran moneda corriente (más que ahora quiero decir) los gobiernos autoritarios, las monarquías de mano de hierro, las sociedades oprimidas por tabúes colectivos. Además, el concepto de los derechos universales e inalienables de todo ser humano no fue mundialmente aceptado de manera oficial hasta hace sesenta años.

Asimismo, la aplicación del voto universal en las sociedades con sistemas políticos democráticos sería el paradigma de cómo la posibilidad de elegir genera una sensación de libertad.

Más allá del buen o mal funcionamiento de los nuevos modelos de sociedad, nunca antes en la historia fue expresada de manera tan clara la necesidad de que cada persona pueda elegir su destino libremente. En este sentido, lo importante es que cada persona pueda elegir sin que la influencia de la raza, el gobierno, la Iglesia, etc., se lo determinen de antemano. Es decir, ser uno mismo el dueño de su propio destino. Y para ello, sin dudas, hace falta elegir.

 

Ante esta situación, ¿desde qué perspectiva entonces se descalifica la posibilidad de elección como sinónimo de confusión?

 

 

Techo

 

Junto con la universalizada posibilidad de elegir que, como dije, es propia de nuestra  época, nunca antes en la historia ha habido tantas opciones entre las cuales, justamente, elegir.

El ‘stock’ de opciones disponibles es inmenso, ya sea por los desarrollos tecnológicos, los medios de comunicación o la globalización.

A la vez que uno tiene la chance de seleccionar lo que juzga conveniente, la oferta de posibilidades es, en ocasiones, inabarcable. Hay tantas cosas que ‘tener’, que ‘conocer’, que ‘probar’, que ‘mirar’, que se hace difícil discriminar con lucidez.

 

A este respecto, los maestros espirituales en general  (no sólo de la India), dicen que es bueno poner un ‘techo a los deseos’. Por un lado, este consejo se basa en la afirmación de que los deseos nunca se agotan, sino que al contrario, aumentan. Por naturaleza, la mente humana genera deseos que, una vez cumplidos, dan pie a otros nuevos.

Por otro lado, el poner un límite a los deseos es una manera de hacer la propia vida más simple. La simpleza, desde el punto de vista espiritual, es muy buena. ¿Los motivos? La vida se torna más fácil en general, y también más espiritual, refiriéndose con esto a que resulta más sencillo ir hacia el interior de uno mismo, ya que la simpleza allana el camino, tanto exterior como interior.

 

La falta de elección

 

Hace dos meses tuve, una vez más, el gusto de estar con Nitya Devi Mataji, y de su boca salió una nueva frase de las que dejan pensando: ‘La falta de elección nos hace más libres’.

Sin dudas, este concepto da juego para el debate, cuando no para la polémica.

 

Vamos a recapitular: Decir que la ‘elección crea confusión’ es chocante, pero en ciertos contextos puede ser una idea posible de asimilar. Como caso típico, el de tener tantas opciones que uno ya no sabe qué es conveniente elegir. Como cuando uno va a un restaurante y el menú tiene tantas páginas que uno todavía no llegó al final y ya vio, al menos, cuatro platos que querría pedir, pero el cuerpo sólo aceptaría dos. A la sazón, pedimos alguno de estos platos, pero con la mitad de la cabeza en el plato que no pedimos.

Por supuesto, habrá quienes postulen que es mejor tener demasiadas opciones antes que sólo una, o ninguna.

A este respecto, decir que ‘la falta de elección nos hace más libres’ suena anacrónico, suena como la cosmovisión de un viejo socialista soviético nostálgico.

 

 

Quietud

 

Aquí situados, es necesario enfatizar y entender que estamos hablando desde un punto de vista espiritual. El objetivo de la práctica espiritual es quitar todas las capas innecesarias o superficiales de una persona, de manera que ésta llegue a conocerse cada vez más a sí misma, hasta llegar a conocer su real esencia.

El exceso de estímulos externos, la infinita variedad de opciones, lleva a la mente en diversas direcciones, la mayoría de ellas infructuosas para el conocimiento interior.

 

Desde el enfoque espiritual, esta ‘falta de elección’ no se refiere a estar encerrado en una habitación vacía o a ser llevado con los ojos vendados por las calles de la vida. Por el contrario, se refiere a un estado en que se está libre de vanos pensamientos que propongan la elección de tal o cual cosa.

Una vez más, el objetivo de la espiritualidad es aquietar la mente, para así profundizar en nuestro interior sin el ruido provocado por los pensamientos.

 

Libertad

 

Si uno analiza los propios pensamientos por un día, verá que la cuestión de la ‘elección’ es constante. ¿Voy al trabajo caminando o en bicicleta? ¿Qué me pongo esta noche? ¿Pizza o pasta? ¿Agua natural o fría (la versión zen de ‘cerveza o vino’, je)? ¿Me quedo o renuncio? ¿Dinero o vocación?

Evidentemente, estas elecciones (y otras) son necesarias para la vida, pero cuánto más fácil sería si en muchas de estas ocasiones hubiera alguien que nos dijera qué elegir, sin darle más vueltas.

 

De este modo, el tener que elegir ocupa nuestra atención por largos períodos de tiempo. Es en este sentido que la ‘falta de elección’ nos daría más libertad, permitiendo así a nuestra mente concentrarse en cuestiones menos fugaces y superficiales, que son las relativas al ser esencial.

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